18.8.04

Síndrome post-vacacional
Ya estoy de vuelta del workcamp (campo de concentración) en Alemania. Lo he pasado bien... y lo he pasado mal. Sé por propia experiencia que leer vivencias personales ajenas es un coñazo, así que me limitaré a contar que no me he ligado a ninguna alemana, que curré más de lo que esperaba currar, que ni un sólo tío hablaba mi idioma y que, en general, nos ha hecho bueno.
Allí estaba yo, rodeado de imberbes de otras tierras (a algunos les sacaba como ocho años) que comían a todas horas y se ponían ciegos con dos vasos de sangría.¡Qué tiempos aquellos!.
Sabían que yo no era uno de ellos. Lo notaban en mis michelines, en mis ojeras, en mi expresión de hastío semipermanente. Todo un currante, vamos. Así que las españolas a menudo me preguntaban qué narices hacía un tipo como yo en un sitio como ese; si no sería más propio, qué se yo, hacer un Interrail o pillar alguna oferta de Halcón Vajes.Por lo demás, he desconectado, he visto mundo, y me he divertido a ratos. Reconozco que había momentos en que estaba hasta los cojones, pero uno tiende a quedarse con lo bueno de estas cosas, así que lo recuerdo como una buena experiencia. Han sido unas vacaciones, por qué no.
Yo animaría a la gente a que se informe en su comunidad y haga un workcamp de estos. Lo mejor es llevarse a algún amigo, por si las moscas, y saber bien de antemano en qué se va a currar. Eso de que apenas se trabaja pude ser verdad en algunos, en el mío desde luego no ( y eso que me escaqueaba de lo lindo). Si uno se lo monta bien pueden ser como un campamento de verano con todos los gastos pagados.

Bueno, ya he dado señales de vida. Me ha costado. De vuelta a casa se me hace raro coger el ordenador. Mis manos, hechas ya al pico y a la azada, se mueven con torpeza sobre el teclado. El síndrome post-vacacional, eso va a ser. Poco a poco, ¿vale?

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