31.12.04

Lo de todos los años



En mi opinión, esos que dicen que pasan de pagar 60 euros por hacer lo mismo que todas la noches se equivocan. Por lo que a mí respecta, esta noche suele ser bastante peor que el resto:
Antes de la una, despedida de la familia: Así no se hace el nudo de la corbata, trae que te lo hago yo. ¿A dónde vais? Pasadlo bien. Cuidadito con el alcohol (tomad precauciones). Y eso.
A eso de las dos, encuentro con los colegas: ¡Feliz año! ¿Te comiste todas las uvas? ¿Viste Cruz y Raya? ¡Qué guapo vas... hoy follas, seguro!
En torno a las tres.. Después de cuatro copas seguidas, el alcohol empieza a causar estragos: conversaciones aparentemente inteligentes, camaradería, flirteos espontáneos.
Para las cuatro, la concentración de alcohol en las venas es tan alta que hasta cuesta hablar. La camisa por fuera, y la corbata en el mejor de los casos sigue en el cuello desanudada en plan fiesta de promoción yanqui. Las lagunas y elipsis de consciencia se suceden mientras deambulas por el recinto buscando el servicio y haciendo el payaso.
Poco antes de las cinco, llega el bajón: no apetece beber más. Hasta lo cojones, regresas a tu grupo, que baila formando un corro al ritmo de la insufrible pachanga, con más cansancio que otra cosa. La tía buena que llevas viendo toda la noche se está dando el lote en el sofá con algún maromo y entra la desesperación. En ese estado, uno es capaz de atacar a todo lo que lleve faldas, convirtiéndose en el típico baboso y borrachuzo de mierda.
A las seis, toca el naufragio de la fiesta entre serpentinas, confetis, gorritos, matasuegras, collares hawaianos, cristales rotos, vómitos y algún que otro cuerpo tirados por el suelo. Se encienden las luces y se entonan canciones. Últimas patéticas intentonas con las tías más perjudicadas.
Después de las siete, echan a la peña de hoteles, discotecas y garitos infectos. A muchos aún les quedan redaños para, a cinco bajo cero. con la fresca, emprender la silenciosa búsqueda de una cafetería donde les clavarán por un colacao con churros quemados.
Con este panorama, parece que lo más sensato (y a la vez lo más triste) es quedarse en casa a ver los especiales de la tele e irse a la cama.

En fin, feliz 2005 (sí bueno, búscate la rima ¬¬). “No será peor, seguro que es mejor...”